Ansiedad… el miedo por el miedo

Imaginemos a un estudiante que tiene un examen. Visualicemos el aula y la situación ante la cual, en función de las respuestas dadas en ese instante, superará o no la prueba. Indudablemente, el momento requiere cierto grado de activación, inquietud, estrés o como quiera denominarse. El problema se presenta cuando esa activación idónea que nos ayuda, se convierte en nuestro enemigo y nos encontramos “bloqueados” ante una situación.

La ansiedad en sí misma no es mala. Como casi todo en la vida, el que algo sea bueno o malo no depende de ese “algo”, más bien depende de nosotros mismos. Es una reacción humana natural que afecta a la mente y al cuerpo ante una situación que necesitamos responder de inmediato. No solo sentimos estrés cuando percibimos un peligro inmediato, también sentimos ansiedad cuando nos toca la lotería, o cuando logramos tener una primera cita con la persona que tanto nos gusta. Sin duda ha sido fundamental para la supervivencia de nuestra especie. Desde este punto de vista la ansiedad es algo sano y positivo que nos ayuda en la vida cotidiana.

El lenguaje de la ansiedad

Cuando el corazón comienza a latir más deprisa, la respiración se acelera, la sangre se distribuye a los lugares de nuestro organismo donde les va a hacer más falta, los músculos se tensan, comenzamos a sudar… todos esos síntomas, que ahora podemos llamar estrés o ansiedad, no son más que una llamada para que reaccionemos de forma más eficaz. Pocos segundos después, la parte del cerebro encargada de pensar (la corteza), empieza a procesar la situación y a evaluar si la amenaza es real y, en tal caso, cómo manejarla. Si la corteza envía la señal de que no hay peligro, la respuesta de lucha o huida se desactiva y el sistema nervioso puede relajarse. Toda persona tiene o tendrá en algún momento de la vida sensación de ansiedad.

Sin embargo, en ocasiones, el sistema de respuesta a la ansiedad se ve desbordado y funciona incorrectamente, la ansiedad es desproporcionada con la situación e incluso puede presentarse en ausencia de cualquier peligro. El sujeto se siente paralizado con un sentimiento de indefensión y, en general, se produce un deterioro del funcionamiento psicosocial y fisiológico. Se dice que cuando la ansiedad se presenta en momentos inadecuados o es tan intensa y duradera que interfiere con las actividades normales de la persona, entonces se la considera como un trastorno.

La sintomatología corporal más comunes son: Tensión en el cuello, hombros y espalda; dificultades de respiración, visión nublada, sofoco; taquicardia, opresión en el pecho; sensación de nudo en el estómago, náuseas; sudoración, temblor, hormigueo en las manos; inestabilidad, temblor, entumecimiento en las piernas. También tiende a exagerar sus problemas, a preocuparse en exceso antes de que ocurran, a esperar lo peor y a decirse a sí misma que, cuando lleguen esos momentos difíciles, no será capaz de hacerles frente. Como vemos, la ansiedad se manifiesta a nivel emocional y físico por lo que parece importante reconocer ambos tipos de manifestaciones y acudir al médico en cuanto se detectan, ya que una persona con ansiedad que experimente estos síntomas puede considerarlos como signos de una enfermedad grave y, en consecuencia, empeorar.

Principales trastornos de ansiedad

Trastorno de ansiedad generalizada:

Se trata de una tensión crónica aun cuando nada parece provocarla. Esta preocupación o

Fuente: http://www.sandranews.com/diferencia-entre-estado-y-ansiedad-rasgo/
Fuente: http://www.sandranews.com/diferencia-entre-estado-y-ansiedad-rasgo/

nerviosismo excesivo es casi diario y se diagnostica como tal cuando tiene una duración mínima de seis meses.

Trastorno de pánico (o ataque de angustia):

El paciente experimenta crisis recurrentes de angustia que surgen espontáneamente. Se trata de una ansiedad aguda y extrema en la que es frecuente que la persona que la padece crea que va a morir. Estos ataques repentinos de miedo intenso no tienen una causa directa.
Trastorno fóbico:

Trastorno que tiene como rasgo esencial la presencia de un temor irracional y persistente ante un objeto específico, actividad o situación con la consecuente evitación del objeto temido.
Trastorno obsesivo-compulsivo:
Se trata de pensamientos o acciones no voluntarios que el paciente no puede dejar de pensar o hacer para no generar ansiedad. En todo caso, el sujeto reconoce el carácter absurdo de sus pensamientos o acciones.
Trastorno por estrés post-traumático:
Se da en aquellos casos en los que se presentan secuelas psicológicas desagradables tras el impacto de un trauma emocional: una guerra, una violación, etc. Se caracteriza por los recuerdos persistentes del suceso traumático, un estado emocional con exaltada vigilancia y la reducción general de interés por los sucesos cotidianos.
Algunas personas, para reducir la tensión asociada a la ansiedad suelen comer, fumar o beber en exceso. Esto reduce la ansiedad de forma momentánea pero a largo plazo empeora la situación. Otras personas tienden a evitar las situaciones que les producen ansiedad pero, ante una crisis de ansiedad, suele ser inevitable el uso de ansiolíticos para calmar al paciente. Ahora bien, los ansiolíticos no eliminan la ansiedad; para superarla hace falta psicoterapia.
La ansiedad afecta de forma diferente en función del sexo y la edad. Las mujeres, por ejemplo, deben estar especialmente alerta frente a este tipo de problemas porque son uno de los principales grupos sociales de riesgo. Esto se debe, en gran medida, a la cantidad de mujeres que se responsabilizan de las tareas del hogar y de las cuestiones familiares al tiempo que sacan adelante un trabajo. Lo más frecuente es que aparezca entre los 20 y los 50 años.
Aunque la responsabilidad sobre su propia recuperación recae sobre el paciente, las personas cercanas pueden jugar un papel activo en su tratamiento de ansiedad. El proceso puede ser lento, pero si respetas su ritmo, verás que vale la pena.

 

Fuentes de información

Página web de «Cuidate Plus»

Página web de «Anima Salud»