En este momento estás viendo Relato «Yo cuento contigo, tú cuentas conmigo»

Relato «Yo cuento contigo, tú cuentas conmigo»

Tras un largo rato de charla sobre los acontecimientos del día, Julia y Patricia se quedaron profundamente dormidas. Nada como un día agotador para dormir a pierna suelta.

Cuando Patricia se propuso trabajar en temas relacionados con la comunicación, su ilusión era tan grande que no reparó en las dificultades con las que se encontraría cada jornada laboral desde su silla de ruedas.

La gente habla de igualdad, de fomentar la inclusión de personas con dificultades de movilidad, pero todo cambia cuando eres tú la que está intentando pasar con tu silla de ruedas por un rebaje donde han aparcado un coche, o la que tiene que luchar para que te den tu lugar en la empresa para la que trabajas, para que se queden a esperar a que acabes las frases o para que se interesen por tus opiniones tan siquiera.

“Igualdad de oportunidades”. Cada vez que Patricia pensaba en esta frase se le dibujaba en su rostro una sonrisa de fastidio, acompañada de una exclamación ¡Qué gracioso el chiste!

Julia, su eterna acompañante, guía, elemento de apoyo y amiga, intentaba dar la vuelta a sus decepciones y girar el volante siempre hacia el lado de la esperanza, ¡y vaya si lo conseguía! Las conversaciones comenzaban con ceños fruncidos y terminaban con lágrimas de risa, o al menos con la bolsa del miedo y la angustia más vacía.

Margot salía cada día a caminar 5 km. 5000 metros contados con rigor. Su ascendencia suiza le había dejado un legado de puntualidad que, combinado con su fuerza de voluntad y su entusiasmo por la vida, le habían convertido en la mujer de 76 años más rápida, jovial y vigorosa de toda la costa andaluza. En su recuerdo, tenía aún muy vivas las imágenes de los largos paseos y rutas de senderismo con Rafael, su amor, hasta que los síntomas del Parkinson hicieran mella en él.

Todo resultaba aún más dulce en el recuerdo desde aquella sala de rehabilitación… Entre uno y otro ejercicio de los prescritos para recuperar la movilidad tras el ictus, recordaba los últimos años como muy lejanos, casi como sucedidos en otra vida, más fácil y alegre, en la que ella era más joven y no sentía esa soledad que dolía más aún que su falta de movilidad. Sin embargo, gracias a Lucia, su enfermera a domicilio desde hace tres años que le proporcionó la empresa de asistencia en casa Gerosol, se siente mucho más confiada.

Si terminas pronto hoy de trabajar, podemos ir a ver a mi tía Margot- sugirió a Patricia Julia mientras dejaba el móvil en la mesilla, cansada de mirar Instagram.

¡Claro, siempre la quise conocer! – respondió Patricia girando su silla eléctrica 180 grados para compartir con ella una amplia sonrisa.

Te advierto que no será fácil, ella ha cambiado mucho tras el ictus, pero nos va a venir muy bien el cambio de aires, ¡no sabes lo bien que se está en Nerja! y a ella le va a encantar nuestra visita. – anunció Julia con entusiasmo.

Por el cristal de la ventanilla se veía el mar. La autovía del mediterráneo era en ese momento el puente hacia una nueva aventura. Patricia no podía parar de mirar el brillo del mar, agradeciendo la sensación de libertad que le daba la velocidad del automóvil junto a la música que sonaba en la radio.

Julia, sin embargo, en su fuero interno tenía dudas de como encontraría a su tía.

Por fin encontraron la casa, blanca, rodeada de buganvillas algo secas. Margot salió a recibirlas tras el andador que la acompañaba a todas partes. ¡Pasad, chicas! ¿Pero que se os ha perdido en la casa de esta vieja accidentada? – preguntó Margot disfrazando de broma un sentimiento real de añoranza de la juventud perdida.

Para sorpresa de Patricia, Margot no mencionó nada relativo a su silla de ruedas, ni a su evidente falta de movilidad, lo que la hizo sentir especialmente cómoda. La conversación no tardó en fluir. Margot hablaba de su infancia, de su juventud en Suiza y de cómo se enamoró de Rafael.

A Patricia le maravillaba el amor que aun desprendían las palabras cuando hablaba de él y cómo ese sentimiento que aún le profesaba la había ayudado a sobrellevar la pérdida física de su pareja.

Mientras Julia se acercó al supermercado a comprar provisiones para cocinar, Patricia le hablaba a Margot de su pasión por hacer compañía a las personas mayores y por tanto de su reciente actividad en “minutos x sonrisas”, donde iba en su tiempo libre, en concreto dos tardes por semana como acompañante de personas mayores. “Es como leer los libros más interesantes- explicaba sonriendo- cuando lees, vives otras vidas, pues igual pasa cuando acompañas a personas, porque me deja aprender de experiencias que no he vivido, enriquece mi vida, y también la de las personas a la que acompaño, haciendo que la soledad no pese tanto, mostrándoles el valor de sus años y vivencias, contribuyendo a su felicidad, y, por ende, a su salud, física y mental”.

En esos ratos somos simplemente personas charlando, compartiendo, riendo, no somos una mujer joven en una silla de ruedas y una persona mayor. En esos ratos existe realmente la igualdad entre las personas.