Incertidumbre es la palabra que define el futuro tras la irrupción de la COVID-19. Nuevas rutinas, hábitos de consumo o formas de trabajo han llegado para quedarse, marcando un cambio radical de escenario en todos los ámbitos de la vida.
Septiembre es el mes de la vuelta. Fin de las vacaciones y vuelta a casa, reabren los centros para la vuelta al cole y vuelve el clima soportable tras esos días de calor infernal. Aunque este año la vuelta es diferente. Sin embargo, pese a todas las diferencias, la cultura no debe quedar infectada por desánimos, temores excesivos o supresiones. Durante este artículo veremos la gran importancia que tiene poder disfrutar de la cultura, y cómo ha cambiado debido a la pandemia.
La cultura como uno de los motores de una sociedad desarrollada
La cultura es el alma de una sociedad vibrante, expresada de las muchas maneras en que contamos nuestras historias, celebramos, recordamos el pasado, nos entretenemos e imaginamos el futuro. Nuestra expresión creativa ayuda a definir quiénes somos y a ver el mundo a través de los ojos de los demás.
Tener cultura como parte de nuestra vida diaria puede beneficiarnos de muchas maneras diferentes, algunas de las cuales son profundamente personales. Es una fuente de deleite y maravilla, y puede proporcionar experiencias emotivas e intelectuales, ya sean placenteras o inquietantes, que fomentan la celebración o la contemplación.
La pandemia, nos ha puesto delante de los ojos una realidad que no siempre tenemos presente: la cultura es un bien de primera necesidad. Confinados en casa, sentíamos la urgencia de oír música, leer libros, ver producciones audiovisuales e incluso visitar museos. Por ello, desde el principio, las redes sociales, plataformas y demás espacios se llenaron de proyecciones, charlas y todo tipo de contenido de entretenimiento por parte de la industria cultural. A través de estos canales, un sector tan castigado como es el de la cultura ha demostrado su valía y necesidad. Durante la pandemia se ha demostrado que las industrias culturales han hecho una labor espectacular.
Aunque los números que nos arroja la COVID-19 no sean todo lo optimistas que nos gustaría (de hecho, siguen siendo bastante feos), parece que se va viendo alguna sombra al fondo. En el horizonte se vislumbra también la cultura: cine, teatros, exposiciones, conciertos y librerías más allá de nuestras casas y pantallas. Un lujo viendo de dónde venimos.
Este sector ha elaborado un protocolo de actuación con diez medidas para dotar a la cultura de los mecanismos necesarios para garantizar la seguridad de los trabajadores y espectadores. Así, se fomenta, como vía principal de compra, la venta de entradas por internet, se recomienda el pago con tarjeta sin contacto y el corte físico de las entradas se sustituye por el control de lectura visual o a través de lectores digitales. Respecto a las distancias de seguridad, se respeta a lo largo de todo el recorrido del espectador, desde la taquilla hasta que se abandone la sala. Además, habrá un control del aforo y se facilitará la agrupación de convivientes manteniendo la debida distancia con el resto de los espectadores. Sin embargo, algunas salas de conciertos consideran inviable volver a su actividad con las estrictas reducciones de aforos planteadas.
La cultura presenta beneficios físicos y emocionales
Ahora bien, la práctica de diferentes actividades artísticas aporta grandes beneficios a las personas mayores. Disciplinas como la pintura y la música generan una mejora de su salud y de su calidad de vida. Les ayudan a ser creativos, a expresarse en otro lenguaje, a mejorar su concentración, a conectarse con lo espiritual y a relacionarse. También se estimulan su actividad cerebral y su inteligencia emocional y se incrementa su autoestima.
Varios estudios sobre el tema han demostrado que cuando los mayores se involucran en actividades culturales disminuye su depresión, corren menos riesgos de caerse y necesitan con menos frecuencia la asistencia de los médicos. Según los especialistas, participar en actividades culturales estaría relacionado con la disminución de la presión arterial y de los niveles de estrés y con la liberación de endorfinas, conocidas como las hormonas de la felicidad.
La pintura es una de las ramas del arte que más beneficios aporta a los mayores. Les ayuda a ejercitar las capacidades de concentración, perseverancia, paciencia, disciplina y creatividad. Además, calma su temperamento nervioso, disminuyen los temblores y les ayuda a trabajar la precisión manual. También aporta beneficios en la motricidad gracias a la estimulación que genera la utilización de las propias manos o de elementos externos como pinceles, lápices… Además, con la pintura se desarrolla la parte derecha del cerebro, responsable de la creación y de la imaginación.
La música, por su parte, también tiene una gran incidencia en el bienestar físico y psicológico. Según los expertos existe un fuerte vínculo entre el cerebro y la música a través de las conexiones neuronales. También se obtendrían beneficios como la reducción de la pérdida de memoria vinculada al envejecimiento, debido a que las regiones cerebrales implicadas en la práctica musical también se utilizan para funciones como la memoria o el lenguaje.
En Gerosol, conocemos de primera mano que a nuestros beneficiarios/as la diversidad de actividades culturales que existen les encanta y, además, notamos que su salud tanto física como emocional es mejor. Por ello en Gerosol disponemos de horas de acompañamiento a actividades de ocio con nuestro personal auxiliar que supone un acercamiento a todas aquellas actividades que veníamos haciendo hasta ahora y que por diversos motivos relacionados con la edad hemos dejado de lado.
Más que la hegemonía virtual, lo que existirá en los próximos años será una necesaria convivencia entre los modos tradicionales de circulación cultural y los nuevos soportes tecnológicos. Las tecnologías siempre han propuesto nuevas áreas de las artes y la cultura. Por ello, en la pospandemia se encontrarán relaciones aún más creativas entre ambos mundos. Hay pensadores que afirman que la cultura que se crea y se difunde es, precisamente, lo que nos hace humanos.