La depresión en los ancianos es un problema generalizado que con frecuencia, no se reconoce ni recibe tratamiento. Es un trastorno del estado anímico en el que los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante semanas o por más tiempo. En los mayores, los cambios en la vida pueden incrementar el riesgo de depresión o llevar a que la depresión existente empeore. Algunos de dichos cambios, ante los que debemos estar atentos, son:
• Mudanza del hogar, como por ejemplo a un centro de la tercera edad.
• Dolor crónico.
• Hijos que dejan el hogar.
• Cónyuge y amigos cercanos que mueren.
• Pérdida de la independencia (por ejemplo, problemas para cuidarse sin ayuda o movilizarse).
La depresión también puede estar relacionada con un padecimiento físico, como: trastornos tiroideos, Parkinson, cardiopatía, cáncer, accidente cerebrovascular o demencia. También hay que tener en cuenta que el consumo excesivo de alcohol o de determinados medicamentos (como los somníferos) puede empeorar la depresión.
Dificil de detectar
La depresión en los ancianos puede ser difícil de detectar. Los síntomas comunes como fatiga, inapetencia y problemas para dormir pueden ser parte del proceso de envejecimiento o de un padecimiento físico. Como resultado de esto, la depresión puede ser ignorada o confundida con otras afecciones que son comunes en los ancianos.
Para manejar mejor la depresión en el hogar, puedes tener en cuenta varias alternativas:
• Hacer ejercicio regularmente si el médico lo autoriza.
• Rodearte de personas cariñosas y positivas, al igual que realizar actividades agradables.
• Aprender buenos hábitos de sueño.
• Aprender a vigilar los signos tempranos de depresión y saber cómo reaccionar.
• Beber menos alcohol y evitar las drogas ilícitas.
• Hablar de tus sentimientos con alguien de confianza.
• Tomar los medicamentos correctamente y hablar de cualquier tipo de efectos secundarios con el médico.
Mayor riesgo con cáncer o hipertensión
Una investigación llevada a cabo por los profesionales sanitarios del CAP Pubilla Casas de L’Hospitalet de Llobregat ha determinado que el riesgo de depresión en ancianos aumenta entre aquellas personas que han sufrido un cáncer, las que son hipertensas, las que tienen déficit nutricional o ansiedad y las que están faltas de actividades de ocio.
El estudio, que ha contado con la colaboración del Instituto Universitario de Investigación en Atención Primaria Jordi Gol, identifica nuevas variables asociadas al riesgo de depresión entre las personas mayores de 75 años. Se trata de un colectivo en el que hay dificultades para diagnosticar la enfermedad, a causa de las patologías crónicas y otros problemas que se producen de forma simultánea, según ha detallado la Dirección de Atención Primaria Costa de Ponent.
Uno de los responsables del estudio, Eduardo Kronfly, ha explicado que «los síntomas afectivos pueden pasar desapercibidos o ser atribuidos al proceso natural el envejecimiento». Además de las variables médicas, nutricionales y sociales, el estudio identifica otro grupo de riesgos asociados a la depresión, aunque menores, como son el déficit visual, la polifarmacia, la alteración de la movilidad y las limitaciones de las actividades básicas diarias del área funcional.
El proyecto se ha realizado a partir de entrevistas a un total de 290 personas mayores de 75 años atendidas en el CAP Pubilla Casas, con una prevalencia del riesgo de depresión del 37,2%.
El proyecto también ha confirmado la asociación con otros riesgos ya conocidos como la viudedad, los trastornos cognitivos y la reducción de la actividad física y del contacto social, así como la mayor prevalencia entre las mujeres que entre los hombres. Los autores del estudio recomiendan la incorporación de los nuevos factores de riesgo a los estudios sobre la depresión entre los ancianos que se lleven a cabo a partir de ahora.