El dolor: nadie lo quiere pero todos lo padecemos

Los humanos no venimos equipados con luces de aviso, como las del salpicadero de los coches, que se encienden para indicar al conductor que queda poco aceite o poca gasolina en el coche. Necesitamos la sensación del dolor para saber que nuestro cuerpo necesita cuidados adicionales. El dolor es una señal muy importante. De uno u otro modo convivimos con él a lo largo de nuestra vida. Lo sentimos en muchas circunstancias y situaciones cotidianas, ante una caída, una infección, una herida, un accidente, y también lo sentimos sin saber identificar su origen. A pesar de ser algo tan común, frente al dolor, casi nunca nos planteamos una estrategia distinta que tomar analgésicos. En este artículo veremos cómo está avanzando la ciencia para tratar de erradicarlo.

Por regla general, el dolor agudo se manifiesta de repente e indica que el organismo ha sufrido una lesión. Una vez que la lesión se cura, el dolor debería desaparecer. Al contrario de lo que sucede con el dolor agudo, el dolor crónico suele estar relacionado con disfunciones o enfermedades persistentes y en ocasiones no responde a los tratamientos.

Alternativas para el tratamiento de dolor

Debido a todos los factores que intervienen en cada caso, la variedad de tratamientos para el dolor es muy amplia.

Los opioides son fuertes medicamentos para el dolor. Pueden ayudarnos si tenemos dolor severo a corto plazo (agudo), como después de la cirugía o una fractura ósea, o para pacientes de cáncer. Sin embargo debemos ser muy cautos, puesto que una de cada cuatro personas que toman opioides a largo plazo se vuelven adictas, llegando a ser causa de fallecimiento por sobredosis, como en Estados Unidos, donde 115 personas perdieron la vida al día por este motivo.

Por su parte, en España y en Europa, el uso más restringido de estos medicamentos ha evitado los problemas de Estados Unidos. “Hablamos de fármacos imprescindibles si están bien prescritos y controlados, y se administran por un tiempo limitado.

La investigación de numerosos grupos de científicos de todo el mundo se concentra en un vegetal. Nos referimos a la planta del cannabis. Los cuatrocientos compuestos que contiene esta hierba interactúan con receptores celulares del sistema nervioso que regulan numerosas funciones en el organismo, entre ellas el dolor. De hecho, el uso medicinal de la planta ya ha demostrado efectos en la reducción del dolor crónico, sobre todo el relacionado con el cáncer. Investigadores españoles han dado un importante paso en esta línea. El más conocido de los compuestos del cannabis es el delta-9-tetrahidrocannabinol o THC. El equipo de Rafael Maldonado, investigador de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ha demostrado que la capacidad del THC para paliar el dolor puede ser independiente del deterioro cognitivo que genera el consumo de cannabis.

Otros avances que se avecinan tienen que ver con desarrollar alternativas para cuantificar mejor la intensidad del sufrimiento físico en pacientes sedados o con su capacidad expresiva anulada.

La herramienta se basa en una evidencia: la expresión facial del dolor es propia del ser humano, espontánea y universal. Todos hacemos los mismos gestos al sentirlo, como fruncir el ceño, apretar los labios o arrugar la nariz. Aplicando la inteligencia artificial, un robot compara los gestos de un rostro que hemos grabado en situación neutra (sin dolor) con los que surgen de forma espontánea tras recibir un estímulo doloroso, dando un valor numérico de cero a diez.

Conocimiento y percepción del origen del dolor

Dolores cervicales, dolores de cabeza, sensación de ahogo, un nudo en el estómago… ¿Te suenan? Lo más seguro es que hayas sufrido uno o más de uno de estos síntomas. ¿Te has parado a pensar alguna vez que tu dolor puede ser un dolor emocional? ¿Conoces el poder de las emociones sobre tu cuerpo? Una parte imprescindible del tratamiento es dedicar tiempo a que el paciente entienda el origen de su dolor, y el papel de las emociones. Además, los investigadores han descubierto algunas de las redes neuronales implicadas en esas emociones esenciales en el dolor crónico, y el reto ahora es intervenir en su funcionamiento con técnicas emergentes como la ontogenética.

Curiosamente, diversos estudios han demostrado que el simple hecho de tocar a la persona que amamos puede actuar como un analgésico. De hecho, una nueva investigación sugiere que incluso estar en presencia de un ser querido puede ayudar a reducir el dolor.

Por último, se ha comprobado que realizar alguna actividad deportiva, moderada alivia el dolor. En contra de lo pueda creerse en ocasiones, resulta más beneficioso el ejercicio físico que guardar reposo frente al dolor.

En Gerosol encontrarás un equipo con gran experiencia y conocimiento en el dolor y en la relación entre las emociones y la salud. Te recomendamos un tratamiento integral, que incluya trabajo atencional, técnicas de relajación, técnicas cognitivas, asertividad, activación comportamental y la incorporación de hábitos saludables y de autocuidado.