Personas mayores abandonadas en hospitales

Lamentablemente la violencia puede ocurrir en todos los escenarios de la vida. Hay, sin embargo, algunos contextos en los que ocurre con mayor frecuencia. El primero de ellos es, obviamente, la guerra. Pero el segundo, mucho más llamativo, es la familia, una estructura que, basada teóricamente en el amor entre sus miembros, parece que debería estar libre de conductas dañinas. Sin embargo, los casos de maltrato se suceden dentro de los núcleos familiares, una cuestión que en España que no había sido analizada con la profundidad que su gravedad merece hasta la actualidad.

Recordemos que la violencia consiste en una acción, por ejemplo, pegar o insultar a alguien. Pero también puede ser tipificada como violenta aquella conducta en la que se desatiende la obligación de dispensar los cuidados necesarios a una persona, cuando ésta presenta una dependencia. Esta última clase de violencia es la denominada “negligencia” o “abandono” y se trata de una forma de violencia muy presente en los casos de maltrato de personas mayores en la familia. ¿Pero cómo hemos llegado a esta situación de abandono de nuestros mayores?

No hay justificación válida para el abandono

A medida que nuestro país va envejeciendo, comenzamos a ver, con más asombro que frecuencia, cómo algunos de nuestros mayores son abandonados en centros geriátricos y hospitales. Los familiares responsables del ingreso del anciano en el centro, desaparecen cuando reciben la notificación de que tienen que recogerle de nuevo, o sencillamente alegan que no pueden hacerse cargo por falta de tiempo o exceso de trabajo.

Una justificación cada vez más común en el abandono de ancianos está relacionada con la falta de recursos y las deficiencias económicas del núcleo familiar, que considera que aunque en soledad, sus familiares podrán al menos comer y pasar la noche calientes. Este fenómeno incluso puede ser fruto de la evolución de la población de nuestro país, ya que es cada vez más mayor, aunque a estos motivos debemos añadir otro más, como es la evidente falta de valores en la sociedad actual.

Por sus cabezas jamás se les hubiera pasado que un día ellos serían los protagonistas de una historia de soledad y abandono, pero así ha sido. Se trata de trece ancianos que permanecen abandonados por sus familiares en el Hospital General de La Palma. Una cifra tras la que se esconden hombres y mujeres en plena vejez y sin patologías que obliguen a un ingreso hospitalario, algunos de ellos en procesos de depresión y todos víctimas de una profunda tristeza por la situación que les ha tocado vivir. Los perfiles más habituales son las personas de entre 75 y 85 años.

En casos como éstos, la labor del personal sanitario pasa en muchos casos a ser asistencial y hasta de acompañamiento y ayuda emocional. Pese a todo, ello no puede suplir la enorme decepción que les sobrecoge, aunque sigan defendiendo que lo más importante es la familia.

Sin el respaldo de la justicia

A la hora de ingresar a una persona en el hospital hay un trámite legal que se puede seguir, sin embargo para dar un alta los médicos se encuentran desamparados ante la ley. El profesional puede forzar un ingreso por orden judicial yendo a un juzgado de guardia, pero al contrario es un problema, porque si la familia se niega, no hay nada que hacer. Si el médico, por ejemplo, lo lleva a una residencia por su cuenta, la familia le puede denunciar. Este es un problema muy serio que requiere de un abordaje social, jurídico y político urgente.

Cuando se produce un abandono en el hospital, las soluciones son diversas, dependiendo de la situación. Generalmente se les traslada a un centro de mayores o se les facilita asistencia a domicilio. Sin embargo, hay ancianos que no tienen un entorno que pueda apoyarle y otros casos en los que se carece de una vivienda digna o que no cumple las condiciones necesarias para habitarla.

Las denuncias ante la Fiscalía por abandono no suelen tener éxito debido a que dicho delito no está lo suficientemente tipificado en el Código de Derecho Penal. De hecho, dado que los ancianos siguen siendo atendidos en los hospitales, no se produce un abandono real.

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Debemos trabajar como sociedad, con más ahínco, en el fortalecimiento de nuestros valores. Vienen tiempos diferentes, pero lejos de que este sea el cambio que tenemos que vivir, comprometámonos a trabajar, para convertir el envejecimiento en una oportunidad, en lugar de un problema.