Empleo y Discapacidad: la clave que supone el desconocimiento

Desde hace ya mucho tiempo nos preguntamos, y la respuesta parece ser clara y contundente… ¿Cómo ha sido y es la incorporación de las personas con discapacidad y enfermedad mental al mundo laboral?.

Parece claro vislumbrar la contestación dada la crisis que asoló nuestro mercado laboral, y que aún arrastramos, muchos dirían que cómo se puede potenciar la empleabilidad de las personas con discapacidad o enfermedad mental si el trabajo escasea para toda la población.

Lo único cierto es que según la Ley de Inserción Laboral de Personas con Discapacidad (en adelante, LISMI) debe haber un cupo de personas con discapacidad en las empresas, dicho cupo se está incumpliendo en la actualidad y parece imposible que éste colectivo pueda llegar a trabajar fuera de los Centros Especiales de Empleo (en adelante, CEE) en el mismo grado en que lo hace dentro de los mismos.

El desconocimiento, clave.

Muchas empresas desconocen que la LISMI establece una cuota mínima del 2% de trabajadores con discapacidad (en aquellas con 50 o más empleados). En un artículo de Europa Press un consultor reconoce que no entiende “porqué el porcentaje de empresas que no cumple con la ley es tan alto cuando además la legislación contempla ventajas económicas”. El porcentaje del que hacen referencia es, ni más ni menos, que el 81%.

El desconocimiento no es la única causa, sí una muy importante. Hay otras como el coste de adaptar el puesto de trabajo, encontrar personas con discapacidad compatibles con el puesto, etc.

Fuente: https://www.flickr.com/photos/universidadcatolica/5600744573

Según datos del citado artículo, la tasa de empleo en personas con discapacidad es del 32,2% y, de ellos, el 60% es de larga duración. Por si las cifras no fueran lo suficientemente tristes, el artículo señala que uno de cada seis trabajadores con discapacidad está dentro del segmento de trabajadores por debajo del umbral de la pobreza.

Discriminación positiva: el 2% de cupo.

Fuente: http://www.anticapitalistes.net/spip.php?article5950

Hay quienes encuentran que los cupos son discriminatorios y provocan más desigualdad de la que promueven, en palabras de Pablo Molina “la discriminación positiva […] es un grave ataque a la libertad del individuo; pero, sobretodo, es también un desprecio institucionalizado a las capacidades del ser humano que, por esencia, tiende a la diversidad, no a una uniformidad impuesta por terceros”. Añade que el término “positivo” no es más que para evitar rechazo y encuadra esta tendencia en un resarcimiento del daño provocado a grupos sociales discriminados quienes, sostiene, son los más perjudicados pero no los únicos, ya que incrementa el resentimiento social.

Además de todo lo anterior, según El Economista “sólo un tercio de las personas con discapacidad están en disposición de trabajar” (33,9%), basándose en datos extraídos del INE, lo que supone que haya un 44,2% de diferencia con respecto a la población sin discapacidad.

Es posible que la discriminación positiva que provoca el cupo de la LISMI, junto con la diferencia de empleabilidad entre personas con y sin discapacidad, sea un factor importante y que produce ciertas diferencias, pero como sostiene Pikkety “la mayor desigualdad la provoca el desempleo” y da igual del colectivo al que nos estemos refiriendo.

Acuerdo Gerosol-Bobath: Concurso de relatos.

Por todo lo anterior, el pasado Miércoles 7 de Diciembre firmamos un acuerdo con nuestros amigos y ahora también compañeros de la Fundación Bobath para incorporar a personas con parálisis cerebral al empleo.

Es nuestra apuesta ofrecer esta oportunidad a personas con capacidades diferentes pero, eso sí, con mucha capacidad para llevar a cabo muchas tareas. Deseamos poder seguir cooperando en el futuro y continuar integrando entre todos a más personas con discapacidad al mundo del empleo.

Fuentes:

La Sexta

Europa Press

Club Libertad Digital

El Economista

El Pais