En poco más de tres meses, desde la detección del primer caso, la pandemia de COVID-19 no sólo se ha hecho con el protagonismo informativo, sino que ha generado un impacto difícilmente cuantificable en las áreas más variadas de la vida humana. Desde las relaciones interpersonales cotidianas a la economía global o los grandes eventos culturales, la sombra de la epidemia se deja sentir en todas partes. Su omnipresencia es fácilmente explicable; el coronavirus ha demostrado tener una extraordinaria capacidad de transmisión y en poco tiempo ha infectado a miles de personas de todos los continentes.
El confinamiento que venimos sufriendo desde el 14 de marzo, en un principio pudo parecer una medida exagerada, «no me lo creo», «se están pasando», «no es para tanto”…pero el número de casos e ingresos iba creciendo. Cuantos más contactos, más contagios y pronto nos dimos cuenta de la necesidad de la medida para evitar la saturación de los hospitales. Ya estábamos inmersos en una crisis y aunque el objetivo sea claro, el camino a través de un confinamiento en casa puede hacerse duro, y, sobre todo, cuando no sabemos cuándo finalizará esta situación.
Rutinas alteradas que nos ponen a prueba
Resulta evidente que el periodo de largo confinamiento, nos pone a prueba la fortaleza mental de todos. Que se lleve mejor o peor, tiene que ver mucho con la disposición psicológica, la entereza que tengas y si tu vida puede adaptarse a esta situación.
Esta misma realidad puede ser mucho más compleja si hablamos de personas dependientes. Queremos detenernos a conocer tres testimonios personales ante cómo experimentamos estas semanas de cuarentena.
En primer lugar, cabe destacar que la cancelación de las clases ha estado unida al cierre de los centros de atención temprana, centros ocupacionales y centros de día que habitualmente atienden a niños, adultos y mayores con discapacidad. Este factor es el común denominador de nuestros testimonios, y es que hemos visto interrumpidas terapias, actividades ocupacionales y relaciones sociales, obligándonos, como todos, a quedarnos en casa.
La primera protagonista, Mercedes G. afirma que “los primeros días llevaba bastante bien la cuarentena, pero conforme van pasando los días veo mi casa como mi propia cárcel y todos los días me parecen iguales. Lo único bueno de esta cárcel es cuando a las 20:00h salimos a los balcones a dar aplausos a todas las personas que se juegan la vida por salvar las de los demás. Nunca pensé que iba a echar tanto de menos salir a mis actividades diarias como ir a trabajar o salir los fines de semana”
La siguiente joven es Paloma B., quien narra así algunas de sus rutinas caseras: “reviso las redes sociales de la Fundación Bobath y de otras entidades, ensayo una obra de teatro, también leo cosas de Marketing para mantenerme al día de las herramientas que me puedan servir para mi blog. Pero a pesar de todo, estoy echando mucho de menos el Centro de Día.”
El tercer y último punto de vista viene de la mano de una servidora, Elena A. En estas semanas de cuarentena curiosamente lo que para bastante gente está siendo una novedad, en mi caso es un punto y seguido, puesto que, desde hace varios años, mi actividad laboral se desarrolla en el marco del teletrabajo. En todo momento he procurado organizar tanto espacios como tiempos, es decir, distribuir las estancias para poder distinguir trabajo y vida personal, ahora más que nunca.
En la actualidad tan excepcional que estamos viviendo intento que los artículos que redacto sirvan también de acompañamiento. Al fin y al cabo, en Gerosol tenemos la prioridad bien definida, cuidar y acompañar a tus seres queridos hasta en las circunstancias más adversas. Por esa razón considero que a través de unos minutos de lectura también se puede cubrir dicha máxima.
Sin embargo, para mí, uno los aspectos más complicados de este encierro sanitario, es tener que dejar de contar con un apoyo profesional, terapéutico y humano de forma presencial, algo que resiente la estabilidad tanto física como social.
Racionar la información y buscar el lado positivo
No obstante, pienso que, para poder superar este trance de la mejor manera posible, es preciso centrar nuestra atención en sus ventajas, que también las tiene.
Por ejemplo, ahora tenemos más tiempo para nosotros mismos, podemos disfrutar por fin de nuestros pasatiempos favoritos, descansar hasta que nuestro cuerpo nos lo pida, y estar más pendientes de nuestros amigos y familiares, aunque sea a través del Smartphone. Sin olvidar la recuperación de nuestro hermoso planeta debido a la caída de las emisiones contaminantes.
No existe una cura universal ni un consejo que sirva para todos, pero los expertos en psicología se focalizan en dos aspectos:
Es importarse informarse de este tema sólo una vez al día, a través de una fuente fiable. No podemos estar todo el tiempo hablando del confinamiento y del coronavirus. Es importante conversar sobre el tema, pero sólo en un momento determinado del día y siempre sabiendo qué queremos conseguir durante esa conversación.
Otra clave es diferenciar entre días laborables y fines de semana. Es importante quitarse el pijama entre semana, sí o sí. Debemos construir un horario donde haya un espacio para vida social, acciones que nos hagan sentir productivo y realizar deporte.
Un bichito minúsculo ha resultado ser la mayor maldición mundial tal y como pronosticó Bill Gates hace cinco años, al afirmar en una charla pública que la gran amenaza no serían los misiles sino un virus. Ese virus es el que ha confinado a nuestra España variada y multicolor en casa, provocando un cambio radical en las rutinas diarias. Se acabaron los bares, las cañas y las tapas con los amigos, las discusiones, las diferencias, el norte y el sur. Hemos sido capaces de decir no a las Fallas, a la Semana Santa o a la Feria de Abril y pese a estar continuamente polemizando como el perro y el gato, somos únicos para unirnos y hacer piña como nadie, por eso cuando la situación no puede ser transformada, hay que aprender a transformarse #YoMeQuedoEnCasa.