Tengamos Conciencia del Maltrato así, cuidar a las personas mayores es cuidar del patrimonio humano
Desde Gerosol consideramos que el 15 de junio es una fecha lo suficientemente importante como para dedicar un segundo artículo en nuestro blog, ya que se celebra el Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, que nos invita a la sociedad en general a respetar y hacer valer los derechos que tienen todas las personas mayores a gozar de una vida de calidad, donde el abuso, el maltrato y el abandono no sean permitidos ni aceptados.
En Gerosol compartimos el objetivo de impulsar el buen trato a las personas mayores. Para ello, nos parece importante conocer que visión se ha tenido y se tiene de las personas mayores a lo largo de los años, y qué concepto se tiene de este colectivo en otras culturas.
El papel de las personas mayores en la sociedad ha ido evolucionando con el paso del tiempo. Así como en las culturas más tradicionales el adulto mayor sigue siendo una figura respetada y venerada, las sociedades modernas han relegado a un segundo plano el papel de las personas mayores en la sociedad actual. La inclusión, la participación y la recuperación de su espacio es fundamental para ofrecer una perspectiva más optimista de lo que representa la tercera edad.
La experiencia es una importante fuente de conocimiento y sabiduría. Desde tiempos remotos, las personas mayores han ocupado una posición clave en la sociedad. Se les pedía consejo a la hora de resolver problemas y nadie mejor que ellos conocía el entorno y cómo obtener recursos. El tiempo les había dotado de infinidad de historias que todo el mundo deseaba conocer.
De hecho, cuanto más retrocedemos en el tiempo más extraordinaria era la presencia de personas que superaran los 60 años de edad. Esto también explica por qué el adulto mayor era una figura respetada a la que había que cuidar y atender. De sus sabias decisiones dependía el futuro de muchas personas.
Sin embargo, con la irrupción de la tecnología y la expansión del conocimiento, las enseñanzas de las personas mayores han dejado de ocupar ese lugar privilegiado. Poco a poco no solo son sus historias y lecciones las que han caído en el olvido, también lo hizo el interés de esforzarse en el cuidado de personas que, desde el punto de vista práctico, ya no suponían un aporte de fuerza, protección o riqueza para la sociedad.
Actualmente prima lo joven, lo bello, lo pasional y hedonismo. Toda persona que no se incluya en este rol de comportamiento está apartado de la sociedad, sociedad organizada desde las máquinas (ordenadores, cajeros, internet…), sólo para jóvenes, donde no caben ni los mayores ni las personas de otra cultura, que produce una cultura de exclusión que renuncia a cuidar. Parece que los adultos mayores han pasado de ser un valor añadido a convertirse en una carga para la comunidad, una visión reduccionista sobre un grupo de población que, tanto entonces como ahora, sigue teniendo mucho que ofrecer. La experiencia acumulada es una riqueza que solo se obtiene con el tiempo.
Por otro lado, el aumento de la esperanza de vida ha hecho que muchos países del planeta tengan una población cada vez más envejecida. Esto no solo le resta importancia al hecho de cumplir años, sino que pone de manifiesto la aparición de nuevas necesidades con respecto al cuidado y la atención que merecen las personas de edad avanzada.
¿Está la sociedad actual capacitada para asistir de forma adecuada a la población mayor? El problema tiene varios aspectos, pero uno fundamental, la dificultad de muchas familias para afrontar con éxito el reto que supone cuidar de una persona mayor.
Ante estas circunstancias, la solución más recurrente ha sido la salida de sus hogares. Pero esta alternativa no resuelve otros problemas como son el distanciamiento o la exclusión de la vida social, la falta de participación en decisiones importantes de la vida, la discriminación por edad (edadismo) y la consolidación de estereotipos que convierten a las personas mayores en una ‘carga’ para la sociedad.
En cambio, en países como Australia, Japón o China, donde la edad sigue siendo sinónimo de sabiduría, se valora con especial interés la contribución de los mayores al desarrollo cultural, intelectual y político. Son este tipo de actitudes y no las que contribuyen al maltrato a través del distanciamiento, los prejuicios y la soledad, las que deberían marcar el rumbo de un cambio de perspectiva en pro de la recuperación del papel de las personas mayores en la sociedad.
Una parte importante de la actividad que realizamos a diario en Gerosol consiste en la promoción de estos nuevos valores. Cuando ofrecemos una alternativa de asistencia a mayores en sus domicilios, también estamos proporcionando soluciones para el cambio.
Reflexionemos unos segundos: ¿a partir de qué edad somos inútiles?, ¿por qué una persona mayor o enferma ha de echarse al cubo de lo inservible?, ¿quién lo decide? Es sólo cuestión del relato social que se hace. Si la eterna juventud no es más que un mito para autoengañarnos, seamos lúcidos: débil, limitado, enfermo, mayor… no son sinónimos de “inútil”; son la denuncia del mito.
Siempre, hasta cuando somos dependientes, somos personas, somos un valor, porque somos un “patrimonio de la humanidad”; mucho más que las piedras de un monumento antiguo cuyo valor sólo se reconoce, frecuentemente, mucho tiempo después. La experiencia y sabiduría acumuladas, el ser una memoria histórica viva, la filosofía sobre lo que importa o no importa en la vida, la capacidad de aprender y dar es, en todo caso, sinónimos de “útil”, de imprescindible; es decir, de un patrimonio de la humanidad al que no se debe renunciar. Por lo tanto, cuidar a la persona mayor es cuidar la vida, cuidar el patrimonio humano.
Así que para hacer frente al maltrato en la vejez hay que ser conscientes, estar preparados y comprometidos, como los grandes aventureros y descubridores, que “como no sabían que era imposible ¡lo hicieron!”