En general, sólo somos conscientes de los efectos que produce el ruido de manera puntual, por ejemplo, cuando no podemos dormir o cuando hay un ruido fuerte. Sin embargo, vamos dejando pasar molestias en principio imperceptibles a las que estamos sometidos constantemente que van causando un deterioro de nuestra salud auditiva, física y psicológica.
Las personas que vivimos en ciudades estamos acostumbrados a las multitudes, al transporte público saturado, al tráfico, a las calles llenas. Sin embargo, en estos días de confinamiento, se intercambia lo lleno por lo vacío, lo ruidoso por lo silencioso, y se descubren paisajes sonoros insólitos, en los que se pueden oír cantos de pájaros y conversaciones lejanas, como si de un pueblo se tratase.
Los efectos positivos del confinamiento
Entre los efectos del cambio de la actividad en las calles está la aparición de fauna salvaje en entornos urbanos; el descenso del ruido ha hecho que jabalíes, ciervos, pavos reales e incluso osos se hayan podido ver paseando por nuestras ciudades.
Desde hace más de veinte años, el último miércoles del mes de abril, este año el día 29, se celebra el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido, con el propósito de promover el cuidado del ambiente acústico, la conservación de la audición y la concienciación sobre las molestias y daños que generan los ruidos, fundamentalmente en el colectivo de personas mayores, especialmente sensible al exceso de ruido.
Por otro lado, está claro que la crisis sanitaria ha supuesto un punto de inflexión en todos los aspectos de nuestras vidas: desde cómo nos relacionamos, al uso que hacemos de la tecnología y, por supuesto, en cómo compramos. Desde el confinamiento, ya sabemos que cuando todo pase (que pasará), nada volverá a ser igual que hace unos meses. Está por ver cómo nos adaptaremos como personas y como sociedad, cuáles serán nuestros nuevos hábitos y rutinas, vamos a ser capaces de cambiar y con qué cambios encontraremos en el mundo que conocíamos. El miedo a la recaída, la digitalización exprés, la conciencia social…en definitiva, las emociones, están llamadas a marcar la nueva era postcoronavirus.
Una nueva realidad a la que enfrentarnos con mayor conciencia, estamos preparados para esa transición.
Cuando todo se normalice, seguramente nuestros hábitos de compra sean más reflexivos. Dedicaremos más tiempo a buscar las motivaciones de una compra: qué queremos adquirir, por qué, en qué condiciones y qué uso le daremos. El consumo online se acentuará más aún, aunque en contraposición pensaremos más en el pequeño comercio y en las tiendas del barrio, buscando proteger el tejido comercial de nuestras ciudades.
Precisamente estas tiendas de barrio y el utilizar los productos de proximidad, han sido claves en estos días de alerta sanitaria, para quienes no manejan lo digital, pero también para quienes han buscado el reparto a domicilio, ya que se han reinventado para poder adaptarse.
Al mismo tiempo la situación extraordinaria vivida a raíz de la pandemia ha revalorizado tendencias como la cocina en el hogar, con el consecuente protagonismo de productos premium o saludables. También los productos con vida útil larga han sufrido una gran demanda, especialmente conservas y congelados. Esta crisis ha hecho que muchos consumidores que no se acercaban a estas categorías ahora las descubran.
Además, ha traído consigo un efecto dominó en lo que respecta a lo que se podría llamar productos de cabecera ante la situación de emergencia. Los productos de droguería e higiene han roto todas las expectativas de consumo.
No se prevé un día en el que se abran todas las tiendas y la vuelta a la normalidad, tal como vaticinan los expertos y se ha visto en China, será gradual. Esto no evitará que los ciudadanos afrontemos esos primeros días post-confinamiento con muchas ganas de salir y de comprar, pero después bajará el ritmo, bien por la pérdida real de poder adquisitivo debido a la situación laboral o por la denominada “pobreza percibida”, es decir, el temor al consumo por la percepción del entorno.
Afrontar una situación inesperada con los recursos que tenemos se torna complicado. ¿A qué se debe? A que el ser humano busca en su experiencia de vida las herramientas para superarlo. Como se trata de algo nuevo, no esperado y nunca vivido, no dispone de los recursos para hacerlo frente.
Es más, cabe la posibilidad de que conozcas la teoría, pero llegado el momento de la práctica, todo cambie drásticamente. Para entenderlo mejor pondré un ejemplo: al sacarnos el carnet de conducir conocíamos la teoría, incluso habíamos hecho las prácticas relativamente bien, pero llegaba el día del examen y suspendíamos.
Si para los humanos el coronavirus representa una amenaza latente a la salud, para el planeta sin duda se ha convertido en un respiro, al reducirse la actividad de su mayor enfermedad: la falta de conciencia humana. ¿Sería posible conservar la limpieza del aire y este fabuloso silencio cuando volvamos a ocupar las calles?
En realidad, mirar de frente esta situación debería ser un acto de humildad y honestidad. Nos despojaríamos de nuestros temores y sentiríamos ese miedo sin filtros. Y tras él, llegaría un manto de libertad. Supuestamente ahí encontraremos nuestras habilidades innatas que nos facilitarán encontrar el camino. En Gerosol estamos seguros de ello y apostamos por un mayor conocimiento del entorno y del individuo.