Una enfermedad grave en la familia

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La idea de que la vida es cuestionable y que nuestros sentidos pueden resultar poco fiables, transita por el mundo desde que el pensamiento dejó sus primeras huellas.

Hemos considerado que toda percepción puede ser engañosa, que todo juicio puede rebatirse, y que ciertas afirmaciones objetivas encierran una parte secreta que puede resultar arbitraria.

La familia siempre ha sido en la sociedad española base y sustento de la misma, los problemas, los conflictos y las crisis han recaído siempre sobre los miembros de la familia, que muchas veces han sabido afrontarlos y otras no han estado preparados para superarlos.

¿Qué sucede si un miembro de nuestra familia sufre una enfermedad grave?.

No siempre acertamos con las palabras o acciones para acompañar a quienes sufren las consecuencias de una enfermedad limitante.

Las reacciones tanto de la familia como las del enfermo pueden provocar un desequilibrio en la convivencia, se ponen en marcha mecanismos de defensa como la negación (Bermejo Higuera, 2007), la regresión, la atribución de causas, la ansiedad, el dolor, inseguridad, rabia o tristeza son algunos de los sentimientos que afloran, el reajuste de los roles dentro de la familia es una cuestión a tratar, así como las inquietudes generadas y las preguntas sin respuesta. La aceptación es parte del ejercicio conjunto que se debería realizar.

El lenguaje y las palabras utilizadas en algunas ocasiones pueden resultar vacías, intentar consolar con frases hechas o intentando moralizar puede ser más perjudicial, mejor obviar estas expresiones y centrarse en ayudar.

Del mismo modo que Confucio recomendaba ante todo ponerse de acuerdo acerca del significado concreto de las palabras, la empatía nos ayudará a tratar al enfermo, no debemos ser condescendientes, lejos de tratar al enfermo como a un niño o como a alguien que ha perdido sus facultades. Por otra parte, mantener una actitud de escucha activa, decirle al paciente lo que necesita saber, la mentira a largo plazo es insostenible y en el corto es más cruel que lo que pueda ser la verdad. Aunque no olvidemos que también tenemos derecho a no saber, esto quiere decir que cada individuo decidirá lo que quiere o no conocer acerca de su enfermedad y las consecuencias de la misma.

Además se debería prescindir de las comparaciones con otros enfermos, cada persona es única y diferente, que un familiar asuma el rol del médico de la familia y se proponga medicarle según su criterio propio o según el modo como lo hizo un conocido suyo, pueden conducir a grandes problemas, son por tanto, actitudes a evitar.