Hay una “enfermedad” que acorta la vida más que la obesidad, el alcoholismo y la hipertensión; que no se diagnostica ni se trata específicamente; que no está en el punto de mira como un factor determinante de la salud… Se trata de la pobreza. La carencia y la mala salud son fenómenos interrelacionados. Los países pobres tienden a presentar peores resultados sanitarios que los más pudientes, y dentro de cada país las personas pobres tienen más problemas de salud que las acomodadas. Esta asociación refleja una relación de causalidad que funciona en los dos sentidos: la pobreza genera mala salud, y la mala salud hace que los pobres sigan siendo pobres.
El pian, una enfermedad tropical infecciosa de la piel, huesos y articulaciones que se transmite de piel a piel, es para muchos desconocida. Aun así, 14 países en el mundo son altamente epidémicos, 89 millones de personas están en riesgo y cada año se detectan 100.000 casos nuevos. Los países más afectados son los del oeste del África (Ghana, Togo, Costa di Bori…), y las islas de Pacífico, siendo Papúa Nueva Guinea el país más afectado de la zona.
El proceso de esta enfermedad, que afecta principalmente a niños, consiste en la aparición de una llaga de color amarillo, en la que la bacteria se va extendiendo y comiendo la carne. Esta marca acaba convirtiéndose en una úlcera que puede llegar a ir hasta los huesos, deformándolos. No existe un análisis de sangre para el pian, sin embargo, los análisis de sangre para la sífilis pueden resultar positivos en el pian, debido a que las dos enfermedades están estrechamente relacionadas.
La incidencia de esta enfermedad es más elevada en países con menos recursos, donde la población, especialmente la infantil, tiene un limitado acceso a la vestimenta y a la higiene, con lo que se encuentra más desprotegidos. Es por ello que el contagio se puede realizar en una práctica tan habitual como jugar con la pelota entre ellos.
Si la enfermedad se trata rápido, las heridas cicatrizan completamente, pero, en ausencia de medicación, el pian puede producir desfiguraciones permanentes y extenderse a los huesos, donde provoca deformaciones graves. Algunos niños que han sufrido la enfermedad terminan cojeando de por vida por las lesiones en los huesos de las piernas.
Oriol Mitjà, un joven doctor e investigador catalán especializado en enfermedades infecciosas, decidió irse a trabajar a Papúa Nueva Guinea para tratar los problemas de los que nadie habla, las enfermedades de los pobres. Allí vio una realidad: que una infección de la piel que la Organización Mundial de la Salud (OMS) se había propuesto erradicar en los años 50, todavía era un mal que generaba dolor y discapacidad en muchas personas, sobre todo en niños. Pensó que la terapia estaba anticuada y que, con los medios actuales, debía de haber un tratamiento más eficaz y cómodo. Apostó por un antibiótico oral y acertó. Cuando en 2010 Oriol Mitjà llegó por primera vez a la isla de Lihir, en Papúa Nueva Guinea, el 5% de la población, fundamentalmente niños de entre 5 y 15 años, sufría la forma activa del pian. Los esfuerzos repetidos de su equipo demostraron que una sola pastilla del antibiótico azitromicina, que cuesta solo medio euro, podía mantener a raya la enfermedad.
El equipo de Mitjà propone un nuevo plan: administrar tres o cuatro pastillas, separadas por intervalos de seis o doce meses, para garantizar que prácticamente el 100% de la población reciba el tratamiento al menos una vez. Los investigadores pondrán a prueba esta nueva estrategia de tratamiento en un ensayo clínico en la isla, en el que participarán 56.000 personas y que comenzará en abril de este año. La OMS, por su parte, no ha cambiado por ahora la fecha límite de 2020 como su objetivo de erradicar el pian.
El Día Mundial de la Salud, que tendrá lugar el 7 de abril, estará dedicado este año a la “salud universal”, lo cual implica que todas las personas y comunidades tengan acceso, sin discriminación alguna, a servicios de salud sin tener que exponerse a dificultades financieras.
El concepto de salud universal abarca toda la gama de servicios de salud, desde la promoción hasta la prevención, el tratamiento, la rehabilitación y los cuidados al final de la vida, los cuales deben ser de calidad, integrales, seguros, eficaces y asequibles para todas las personas.
Además, implica no solo que todas las personas estén cubiertas, sino también que tengan acceso a la atención que necesitan, cuando la necesitan y donde sea que se encuentren. También contempla acciones que tengan en cuenta los determinantes sociales de la salud, tal y como se denomina a la educación, el trabajo o el saneamiento, por ejemplo, ya que inciden en el estado de salud de las personas.
En numerosos países aún existen grandes brechas en la cobertura sanitaria, en particular entre las comunidades pobres y marginadas. 400 millones de personas carecen de acceso a los servicios sanitarios básicos y el 6% de la población de los países de ingresos bajos y medios han caído en la pobreza extrema o su situación ha empeorado debido a los gastos médicos. Por tanto, la seguridad sanitaria universal significa proteger a todo el mundo, no solo por un tema de justicia, sino porque en el caso de las enfermedades infecciosas, la seguridad sanitaria solo se puede lograr si todos están protegidos. Esto a la vez depende y complementa los esfuerzos más amplios destinados a fortalecer los sistemas médicos, por lo que esto debe ser parte de un plan integrado.