Llega septiembre y dejamos atrás las vacaciones para volver a retomar el pulso a lo cotidiano, y muy a menudo, esta vuelta a la rutina se convierte en fuente de estrés, al añorar el bienestar de los días estivales. Además, este año, aunque la mayoría de nosotros hasta la fecha no hemos visto afectada nuestra salud física directamente por el virus COVID-19, ciertamente estamos sufriendo sus consecuencias psicológicas con un estrés diferente: estos meses están teniendo un impacto psicológico en la mayoría de nosotros.
Tememos por nuestra salud y la salud de nuestros seres queridos. Nos preocupa el dinero, los medios que tenemos para mantener a nuestras familias. Tenemos miedo del futuro. ¿Qué pasará si el sistema de salud se desborda de nuevo por los rebrotes? ¿Si se desquebraja la economía por completo? Y quizás lo peor de todo es la incertidumbre. ¿Cuántos casos existen? ¿Cuánto durará esto? ¿Empeorará antes de mejorar?
Para colmo de males, la violencia de género aumenta en las emergencias globales. En las situaciones de alarma humanitaria y salud pública se agravan las desigualdades sociales que subyacen en los sistemas socioeconómicos y de salud, como es el caso de la violencia doméstica, un hecho que sucede también en la pandemia de la COVID-19.
Las consecuencias psicológicas de la crisis sanitaria
El trastorno por estrés postraumático es un trastorno que algunas personas presentan después de haber vivido o presenciado un acontecimiento impactante, terrorífico o peligroso. Este temor provoca muchos cambios en el cuerpo en fracciones de segundo para responder a un peligro y para ayudar a evitarlo en el futuro. La violencia doméstica es un claro ejemplo de este tipo de problemas
Recordemos que el confinamiento reforzó la situación de aislamiento en la que se encuentran miles de mujeres que conviven con su agresor. El hecho de que no se pudiese salir de casa también provocó que muchas de estas mujeres tuvieran más difícil el acceso a los recursos de protección. Por tanto, ellas tendrán una recuperación de la presente crisis mucho más compleja que el resto de la población.
Por lo general, la incertidumbre, la falta de información, la sobreinformación o los comportamientos sociales irracionales pueden favorecer el malestar emocional, pudiendo generar inseguridad o falta de control ante la situación que vivimos.
Todas estas reacciones pueden ser más o menos intensas y hacer que cada persona afronte la situación de forma diferente a los demás. Lo que en este artículo vamos a aprender es que nuestros pensamientos producen diferentes estados emocionales que generan ciertas conductas y estados fisiológicos, así como también maneras de mantener el control.
Ante una crisis como la que vivimos se pueden presentar sensaciones de malestar y altibajos emocionales. Pero esto no es algo malo, son respuestas adaptativas de nuestro cuerpo intentando afrontar a su manera la situación, haciendo uso de los recursos que tenga a su alcance.
El problema ocurre cuando esas emociones son tan intensas que nos asustan, nos bloquean física o mentalmente o dificultan realizar nuestras actividades diarias con normalidad.
Ejercicios introspectivos para calmar la ansiedad y el estrés
Sin embargo, si mantenemos la calma, pensamos de forma lógica los problemas y buscamos información objetiva, podemos recuperar el control de la situación. Pero algunas veces nos dejamos llevar por la impulsividad, por lo que hace la mayoría o por lo que parece más fácil, sin pensar que quizá eso no solucione nuestro miedo y nos vuelva más caóticos aún.
Pensemos en la salida masiva a los supermercados para comprar alimentos, incluso antes de que el Gobierno decretase el estado de alarma. Como no teníamos en nuestro poder toda la información, nos generó incertidumbre y, como no teníamos esa respuesta, actuamos de forma poco reflexiva e incluso nos dejamos llevar por lo que hacían otros, y nos aprovisionamos por si acaso.
En este ejemplo vemos cuál fue la relación entre los niveles de respuesta mencionados anteriormente: cognición, emoción, estado fisiológico y conducta.
Pensamiento originario
“No sé cuánto va a durar esto ni si habrá abastecimientos. Voy a abastacerme. No quiero encontrarme en la situación de no poder comprar lo que necesito si dejo esta compra para más adelante.”
Emociones
Ansiedad, preocupación, angustia, …
Estado físico
Inquietud física, agitación, tensión muscular, palpitaciones, sudoración.
Conducta
Lleno el carro del supermercado.
Nos gustaría señalar que son muchas las consecuencias derivadas de los efectos del estrés. Algunas de las más frecuentes son: dolor de cabeza, insomnio, sensación de malestar e irritabilidad, aumento de la presión arterial y la frecuencia cardíaca, apatía y falta de motivación, ansiedad, tristeza… la lista es lamentablemente muy larga.
Seguramente te preguntes ¿Cómo podría intentar mejorar? Pues bien, esta es la escala de pasos para llegar al bienestar psicológico.
1.- Malestar psicológico
2.- Autobservación
3.- Valoración y comprobación
4.- Autoconocimiento
5.- Afrontamiento/Control de la situación
6.- Bienestar psicológico
En efecto, la observación y análisis de nuestros comportamientos, sensaciones y emociones en el día a día pueden ayudar a entendernos a nosotros mismos y a los demás, y a tomar las decisiones adecuadas en cada situación.
Por tanto, si has logrado seguir las recomendaciones hasta este punto, estás listo para empezar el cambio.
Con la intención de facilitar dicho cambio, a continuación, te exponemos algunas técnicas de relajación que consideramos útiles para el control y manejo de la ansiedad. Este tipo de ejercicios son los más eficaces para recuperar un estado de normalidad en el menor tiempo posible. Al utilizar estas técnicas disminuimos los niveles percibidos de tensión, lo que lleva a una sensación de confort, paz y equilibrio mental; reduciendo los niveles de ansiedad.
Algo tan sencillo y natural como nuestra propia respiración nos puede ayudar a reducir los niveles de estrés. Al respirar pausadamente y de forma consciente, el cerebro entenderá que debe calmarse, por lo que bajará la frecuencia cardíaca y la presión arterial descenderá. Además, prestar atención a la respiración evitará que divaguemos en pensamientos estresantes y nos centremos más en el momento presente, disminuyendo la ansiedad.
Puedes practicarla en cualquier momento, basta con que te sientes y mantengas la espalda erguida, a la vez que colocas una mano sobre el pecho y la otra en el abdomen. Inspira lentamente por la nariz (durante cinco segundos) y, a continuación, exhala despacio (otros cinco segundos) por la boca, sintiendo cómo tu abdomen se vacía de aire.
Intenta ir guiando tu respiración para que el aire llegue al abdomen y el movimiento de la mano que tienes sobre él sea mayor que el de la que permanece sobre el pecho. Así sabrás que has conseguido realizar la respiración profunda.
Incluir mindfulness en nuestros hábitos cotidianos es apostar por una mayor calidad de vida, ya que, entre otros muchos beneficios, nos ayudará a conectar con nosotros mismos, aprender a escucharnos, a relajarnos, reconocer nuestras necesidades internas y, sobre todo, a vivir tomando conciencia plena de cada instante.
Céntrate en observar tu respiración. Inspira profundamente y expira despacio, de forma pausada. Presta atención a las sensaciones de tu cuerpo y luego, observa cada uno de los pensamientos que recorren tu mente.
¡Ya estás practicando mindfulness! Hay muchos ejercicios y muchas formas de hacerlo. Puedes ir probando hasta que encuentres la que mejor se adapte a ti. Lo importante es tener paciencia y ser constante para obtener los beneficios de esta filosofía de vida que consigue acallar los ruidos externos y acercarte a tu esencia.
Existen otras muchas técnicas de relajación que puedes practicar por separado o como complemento a las que te hemos propuesto. Yoga, taichí, visualización, musicoterapia… lo importante es conseguir mantener a raya el estrés que está produciendo la actual pandemia de la COVID-19.
En Gerosol, prestamos mucha atención a la esfera psicológica, para conseguir que nuestros beneficiarios/as tengan el menor número de secuelas posibles por esta pandemia.
A largo plazo, dentro de unos años, cuando hayan pasado los brotes y la enfermedad se haya normalizado en la sociedad, lo más seguro es que el miedo también desaparezca. Aunque eso no quiere decir que dejen de tomarse ciertas medidas de seguridad, puesto que algunas pueden llegar a quedar instauradas en la nueva normalidad. Así que vamos a tener que aprender a convivir con la frustración y la ansiedad ante la incertidumbre.