Sarcopenia: un nuevo problema con viejas soluciones

La fuerza muscular es necesaria para poder realizar las más diversas tareas del día a día, como subir escaleras, levantarse de la cama o simplemente andar. Sin embargo, a medida que pasan los años, nuestros músculos comienzan a reducirse progresivamente, una situación que está asociada al envejecimiento del tejido muscular en los adultos mayores y a factores externos, como el sedentarismo o la inmovilidad tras un largo período de hospitalización, lo que explica que muchas personas mayores se vean frágiles, débiles y más delgadas.

Un desgaste muscular superior al propio de la edad

La sarcopenia, término acuñado por Irwin Rosenberg en 1989, es una enfermedad que durante mucho tiempo se ha asociado a la edad, considerándola parte del envejecimiento normal, ya que sus principales síntomas son la debilidad en los músculos y la pérdida de fortaleza física. Sin embargo, en el caso de personas con sarcopenia estos síntomas son especialmente acusados, produciéndose una pérdida anormal de fuerza y masa muscular, que dificulta el desempeño de tareas cotidianas y reduce la velocidad al caminar.

Además de los músculos, afecta a otros aspectos del organismo, como la formación del hueso, disminuye la tolerancia a la glucosa e interfiere en la regulación de la temperatura corporal y disminuye el volumen sanguíneo, lo que influye en la respuesta cardiovascular al realizar ejercicio. Todo esto favorece un mayor riesgo de caídas y por tanto de fracturas, y está directamente relacionado con la independencia funcional de nuestros mayores.

 

 

 

Así pues, cuando el proceso de envejecimiento es muy acelerado y anormal, es posible que se trate de sarcopenia y no de achaques de la edad. Por tanto, conviene estar alerta porque en muchos casos, la persona no sabe que puede tratarse de sarcopenia y no se le hace un correcto seguimiento, lo que puede provocar un empeoramiento o avance mayor de la enfermedad. Es importante acudir al médico si se nota excesiva debilidad en los músculos e inestabilidad en las extremidades.

Esta enfermedad se puede clasificar en aguda o crónica. La primera es la que se produce poco a poco y la segunda es aquella que viene derivada de un problema o enfermedad aguda. Si se precisa además de un periodo de inmovilización, la situación puede ser devastadora en personas mayores, porque la pérdida de masa muscular a estas edades se multiplica exponencialmente.

Se calcula que la sarcopenia afecta a entre el 13% y el 24% de los individuos entre 65 y 70 años, pero esta cifra aumenta al 50% de la población mayor de 80 años, afectando en mayor medida a la población masculina, un 55%, en comparación con las mujeres, un 45%.

Invertir en actividad física a edades tempranas para llegar con fuerza

Diagnosticar la sarcopenia es fundamental para comenzar a trabajar frente a ella. Hay dos modos de saber si una persona tiene esta patología: midiendo la fuerza del músculo con un dinamómetro (instrumento para medir fuerzas) y evaluando la masa muscular. Si se observa que la fuerza está baja y la masa también, podemos sospechar que esa persona sufre sarcopenia.

Ante esta situación, cobra mucha relevancia nuestros hábitos en la etapa más juvenil, ya que una persona va ganando masa muscular hasta los treinta años. Es decir, cuanta más tengamos, partimos de un punto más alto para contrarrestar los posibles efectos de la sarcopenia. A partir de entonces, comienza un proceso de pérdida funcional que será mayor o menor según diversos factores. Los especialistas consideran que hábitos saludables como llevar una vida activa, el ejercicio físico (fuerza/resistencia), las enfermedades o lesiones graves y la nutrición son factores primordiales a tener en cuenta. Por ello, las personas que hagan hincapié en los puntos que estén en su mano, podrán retrasar y prevenir la aparición de la sarcopenia.

Un tipo de paciente singular es el que atraviesa etapas de postración en cama. La falta de movilidad en edades avanzadas acelera la sarcopenia, por lo que nos encontramos ante una situación crítica: el síndrome de inmovilidad es uno de los gigantes en el sector sociosanitario.

Los expertos recomiendan que, en estos casos, siempre que la enfermedad lo permita, se realicen la mayor cantidad de ejercicios con el objetivo de lograr que sean lo más independientes posibles. Gerosol recuerda que la fisioterapia es muy útil en este campo porque puede ayudar a revertir los efectos de permanecer en la cama, como pueden ser las escaras (piel dañada por presión). También, realizando ciertos ejercicios, pueden ayudar a mejorar la capacidad respiratoria, el equilibrio, reducir la sarcopenia…

La pérdida de masa muscular es, pues, un hecho ligado al avance de la edad, pero está en nuestras manos limitar al máximo sus efectos sobre nuestras vidas con una buena dieta y una actividad física constante desde una edad temprana. El ejercicio físico es siempre una buena inversión para nuestra salud. En Gerosol, el objetivo, es mejorar la calidad de vida ya que cada vez está más claro que lo que importa no es cuánto tiempo se vive sino la calidad del tiempo que nos toca vivir, por eso nuestro Equipo de Terapeutas trabaja fundamentalmente en el domicilio para reducir la dependencia de nuestros mayores.