El amor mantiene el alma vivo, aunque no sea San Valentín

El amor es un sentimiento mágico y hermoso que sentimos por alguien que es especial en nuestras vidas. El amor nos invade el corazón de alegría y nos hace sentir en las nubes todo el tiempo. Existen historias de amor muy bellas y sabemos lo importante de la despedida y saber decir adiós, cuando el camino finaliza, algo que nos ayudará, a nosotros y a nuestras familias, será el dejarles algo personal, en forma de carta, o de vídeo, se trata de dejar un pedacito de ese alma. En Gerosol, acompañamos y estamos cerca de las personas a las que cuidamos y queremos regalarte, en formato de carta, para que tu corazón se inunde aún más de amor y puedas emocionarte con las siguientes líneas. Porque el amor sana, no olvida y acaricia el alma

Querida Paula:

Hoy he despertado con una sensación en mi cuerpo. Después de tanto tiempo me he sentido ser yo mismo. Por eso he decidido escribirte esta carta. Tal vez mañana ya no esté.

Sé que hace muchos años que no te componía unas letras. Pero en esta ocasión deseo dejar por escrito aquello que tal vez en un futuro no sea capaz de expresar por mí mismo. Y te estarás preguntando si es que acaso pienso que ya no te querré. Todo lo contrario, mi amor. Ahora más que nunca, después de estos 44 años a tu lado, sigues siendo mi adoración.

Últimamente sé que estás sufriendo por mí. Yo lamento no poder ser el mismo que era antes de esta enfermedad que se va apoderando de mí poco a poco. No puedo precisar cómo empezó todo y sé que, aunque para mí ha sido difícil aceptarlo, es aún peor para ti. Y necesito que estés preparada para lo que se avecina. Sobre todo, que no hagas que me olvide totalmente de ti. Tal vez ocurra, no lo sé, pero piensa que de mi corazón y de mi alma, nunca nadie podrá separarte.

Aún recuerdo la primera vez que nos conocimos. Éramos jóvenes, muy jóvenes. Me miraste con tus expresivos ojos color miel y transformaste todo mi mundo por completo. Aquel día me enamoré perdidamente de ti y de tu mirada. Aunque no fue hasta poco después, en otro encuentro, que nos hicimos por fin novios.

 

A partir de aquel instante nuestras almas permanecieron unidas. Y vino nuestra boda. Ese día también lo recuerdo. Entraste por la puerta de la iglesia cual ángel traído del cielo. Yo era el hombre más feliz del mundo. Y aun lo soy, créeme. Vivo cada segundo de mi vida por y para ti. Sé que no pudimos tener hijos, a pesar de que era nuestro mayor anhelo. Aun así, nuestra entrega incondicional, ha valido para suplir cualquier otro deseo. Te admiro y mucho.

Sólo espero pasar el tiempo que me reste haciéndote feliz y dichosa. Jamás pierdas esa hermosa sonrisa de tus labios, ni siquiera el día que veas que mi espíritu abandona mi cuerpo para perderse quién sabe dónde. Piensa que, aunque esté lejos, yo estaré cerca de ti. Puede que no recuerde mi nombre o tal vez el tuyo, que olvide cada rincón de nuestro hermoso hogar; puede incluso que tengas que ayudarme a vestirme porque ya no sepa ni siquiera cómo seguir el orden a la hora de ponerme la ropa por mí mismo; tal vez llegará un momento en que no sea capaz siquiera de pronunciar una palabra de amor hacia ti, o que nuestras miradas se crucen y no sepa quién eres. Y el día que esto pase, sólo te pido que seas fuerte mi vida. Y que leas nuevamente esta carta.

Porque para mí siempre serás el pilar que sostiene mis días, la mujer que ocupa cada noche mis pensamientos. Eres la persona más importante de mi existencia. No quiero cerrar los ojos por miedo. Tengo miedo de cerrarlos y que al abrirlos no recuerde haber escrito estas palabras. Sí, mi amor, tengo miedo de desaparecer otra vez, de no recordar, de no sentir, de no percibir mi entorno y de no percibirte a ti.

Quiero que sepas que echaré de menos todos estos momentos a tu lado, y también los que podríamos haber vivido juntos (…)

Estas son mis últimas palabras, por ahora. Debo dar gracias nuevamente a Dios por ello; por permitirme hablarte nuevamente. Mañana cuando despierte desearé que esto no haya sido un sueño. Y seguramente tú seguirás tan hermosa y radiante como lo has sido siempre; mi dulce amor, mi bella dama. Imagino que al leer esta carta sientas la necesidad de llorar, lo comprendo. Sé lo que significó para ti y ahora más que nunca viviré convencido y agradecido conmigo mismo por tenerte, por haberme cruzado en mi camino con la mujer más valiente y leal que he conocido. Porque gracias a ti descubrí el verdadero amor.

No quiero concluir sin decirte nuevamente que te amo. El día que el destino desee que mi vida llegue a su fin, créeme que aún después de ese día te seguiré amando.

Víctor.