Desde hace miles de años, la inmortalidad o la eterna juventud ha sido objeto de deseo. De hecho, muchas mujeres y cada vez más hombres combaten con tenacidad los signos de la edad como arrugas, manchas en la piel, canas, flacidez…Pero no solamente por el deseo de estar “en forma”, sino también por una necesidad de que no se note que nos hacemos mayores. Sin embargo, tenemos que aceptar que según pasan los años el cuerpo envejece y cambia, pero hoy nos planteamos si nuestra personalidad, entendida como el patrón de pensamientos, sentimientos y comportamientos exclusivos de una persona, también va modificándose con el trascurrir de la vida.
Una evolución lenta pero progresiva
Cuando eras niño, eras más dulce, más tímido, más salvaje, más divertido…si no son nuestros padres o amigos los que nos recuerdan cuánto hemos cambiado, somos nosotros mismos los que, echando la vista atrás, nos percatamos de que la persona que éramos hace unos cuantos años ha dejado de existir o, mejor dicho, ha evolucionado. Por supuesto, estos cambios no se notan de la noche a la mañana, sino que se producen de manera gradual e imperceptible a corto plazo.
En 1932 se sometió en Escocia a un test de personalidad a 1.208 escolares que por aquellas fechas tenían unos 14 años. Se les pidió a sus profesores que rellenaran seis cuestionarios distintos para evaluar a los estudiantes según seis rasgos: autoconfianza, perseverancia, estabilidad de los estados de ánimo, originalidad y deseo de aprender. Además, se les realizó también un test de inteligencia.
Años más tarde, en 1947, se volvió a someter al mismo estudio a aquel grupo de adolescentes. La personalidad de todos ellos, 15 años después, no parecía haber variado.
Sin embargo, la sorpresa llegó en 2012, cuando un equipo de psicólogos consiguió localizar a un buen número de aquellos escolares, que ya habían cumplido 77 años, de los que 174 consintieron volver a hacer el mismo test. Esta vez eran ellos y algún familiar o amigo quienes tenían que valorar los mismos seis parámetros de 1932. Los resultados parecían demostrar que no tenían la misma personalidad a los 14 que a los 77 años, lo que vendría a echar por tierra la teoría de que la personalidad se fija en cada individuo hacia los 30 años.
¿Significa esto que nuestra personalidad cambia con los años? Según ese estudio, la idea no parece descabellada. Tanto la adolescencia como la vejez son etapas de desarrollo y cambio de la personalidad significativos. Si tenemos en cuenta el enorme espacio de tiempo que abarca la investigación, sus participantes habrían vivido dos periodos de grandes cambios. No se ve igual la vida, ni se siente, con 14 que con 77 años.
Un mayor conocimiento científico
Se reconoce que aquel estudio era bastante más superficial e incompleto que los que se llevan a cabo hoy en día, y es que ahora se afirma que la personalidad se compone de cinco rasgos principales: extraversión, neuroticismo (un tipo de inestabilidad), amabilidad, apertura a la experiencia y responsabilidad.
No obstante, parece lógico concluir que la personalidad, como resultado de un proceso evolutivo vital, tiene margen para poder modular muchos aspectos, lo que parece relacionarse con lo que llamamos madurez.
Cuanta mayor es nuestra comprensión y conciencia de quienes somos, más posibilidad hay de poder cambiar determinados rasgos de personalidad. Pero los cambios son progresivos y siempre condicionados por nuestras experiencias tempranas, nuestro temperamento y nuestras circunstancias vitales en cada momento evolutivo.
En todo momento en Gerosol, respetamos la personalidad de nuestros mayores ofreciéndoles una atención de calidad porque sabemos lo que necesitan y nos adaptamos a esas necesidades, tanto de atención, como en actividades para realización de compras, o acompañamiento a citas médicas, paseos, etc…
Cada individuo es una historia en sí mismo, pero sigue siendo una historia en constante progreso, que nunca está destinada a cristalizarse. Lo que cambia con los años, son los hábitos, las costumbres, la manera de sentir y vivir según nos haya ido en la vida. La manera que tenemos de envejecer estará en relación con la vida que hemos llevado y con las condiciones físicas que tengamos, así como familiares y sociales.