Las sujeciones mecánicas entran en debate

En muchas ocasiones se asocia que, para disminuir el riesgo, es mejor que la persona controlada se mueva poco, y los familiares estarán más tranquilos viendo sabiendo que su ser querido está tranquilo, vigilado y más seguro con la sujeción correspondiente. Así, en caso de accidente, lesión o caída, al existir una medida de sujeción, es menos probable enfados, quejas o denuncias por parte de los familiares…sin embargo, también se puede hacer una reflexión al respecto: ¿Me gustaría que me ataran? ¿Cómo me sentiría? ¿Quiero que me den medicamentos que me produzca cierto adormecimiento? Si nos hacemos estas preguntas y somos capaces de identificarnos y tener empatía con estas situaciones, nos estaremos planteando el problema tan grave que suponen las sujeciones y las consecuencias que se derivan para las personas que las sufren. Un tema controvertido, e interesante de abordar.

Está claro que nadie utiliza sujeciones (físicas o farmacológicas) con mala intención. El objetivo es el cuidado y la seguridad del paciente. Sin embargo, al igual que algunos tratamientos médicos, hay ciertas prácticas que quedan desfasadas con el tiempo. Ahora hay más estudios, más formación, más investigación, y se sabe que hay cosas que funcionan, y otras que no.

En la actualidad, en España, casi el 30% de las personas mayores que requiere asistencia lleva algún tipo de sujeción restrictiva. Este dato es excesivamente elevado, y requiere de una respuesta unánime y contundente por parte de la sociedad. El debate sobre la utilización de sujeciones o su ausencia en el cuidado de las personas dependientes, es un tema absolutamente superado en la mayoría de países del mundo. En Japón están prohibidas, en EEUU se encuentran fuertemente limitadas, y, sin embargo, en España se siguen utilizando de manera recurrente.

La sujeción como método de anulación de la persona

Cuando hablamos de sujeciones no solo lo hacemos de sujeciones físicas, sino también de sujeciones químicas. Empezaremos por definir ambos conceptos.

Se entiende por sujeciones físicas a cualquier dispositivo aplicado a una persona, unido a ella o cerca de su cuerpo, que no puede ser controlado o retirado con facilidad por ella misma y que deliberadamente evita o intenta evitar su libertad de movimiento y/o el natural acceso a su cuerpo.

Por el contrario, las sujeciones químicas son el uso de psicofármacos, independientemente del grupo utilizado y/o de su dosis, que limitan o restringen la movilidad y comprometan las actividades de la vida diaria (levantarse, vestirse, aseo, ir al baño…), así como la función cognitiva (letargo del pensamiento), con el objetivo de controlar una conducta inadecuada o molesta (vagabundeo, rechazo de cuidados).

Es un reto, pero en todo caso, estamos invitados a abandonar estas prácticas, puesto que existe un importante conocimiento científico que nos dice que son prácticas destructivas para la persona tanto en aspectos físicos como mentales. Por lo tanto, el reto de prescindir de ellas está ahí y tenemos que asumirlo, todos los profesionales y cualquiera que tenga competencias en la asistencia a personas mayores en general y a personas con demencia en particular.

¿Cómo afecta la sujeción física a la persona que está sometida a ella?

Es absolutamente destructiva. El trauma psicológico se puede producir en pocos minutos, pero hay evidencia de efectos físicos, a medio plazo.

Las consecuencias son de todo tipo, tales como la pérdida de función cognitiva, de funcionamiento físico, pérdida de la continencia, de la integridad de la piel, de apetito (riesgo de desnutrición), etc., e incluso muerte súbita y muerte por estrangulación, sin olvidar el sufrimiento psicológico que pueden producir, y que atentaría contra la dignidad humana. Por tanto, los beneficios de evitar sujeciones son positivos, ya que no se producen más daños o lesiones en las personas mayores por no usarlas y que no es necesario ningún incremento en la plantilla.

¿Por qué el objetivo debe ser eliminarlas por completo?

Según Antonio Burgueño, director técnico del programa “desatar”, si se toleran unas sí y otras no, se frena el avance. No se aprende, no se buscan alternativas y mejoras. Si las sujeciones no son una opción, se despierta la creatividad y el trabajo en equipo para detectar necesidades individuales y poner solución, lo que se conoce como Atención Centrada en la Persona, y que debería ser lo habitual, no la excepción.

En Gerosol, también creemos que hay que minimizar los riesgos, controlar el ambiente y aumentar la seguridad. Una familia bien informada comprenderá las medidas alternativas a las sujeciones, comprenderá también las ventajas e inconvenientes del uso de sujeción, y las medidas que se tomarán para eliminar la sujeción, pero teniendo seguridad en el día a día del beneficiario.

Lo que si es cierto es que se requiere inversión en adaptar ambientes y materiales, como camas regulables en altura, iluminación nocturna automática (menos riesgo al ir al cuarto de baño por la noche), sistemas de aviso ante caídas o deambulación, zonas comunes con vigilancia de cámaras, suelos acolchados…

Como resumen, la eliminación de sujeciones, tanto físicas como químicas, supone dar un gran paso en la verdadera esencia de la atención centrada en la persona. Tener empatía con la persona con demencia, ponerse en su piel, y ser capaz de comprender y gestionar adecuadamente determinadas conductas, que no son otra cosa que su forma de mostrarnos cómo quieren ser tratados y las situaciones de miedo e inseguridad que sufren debido a la enfermedad.